sábado, 13 de enero de 2024

Concierto

El cuarto set salí decidido a ganarlo y lo perdí. Pasábamos las dos horas de juego y ya estaba harto cansado. El día anterior había andado en bicicleta. El anterior a ese había tenido otro partido. Las fuerzas comenzaban a flaquear y mi disposición y concentración no bastó para salir victorioso en esa parte tan importante del juego. Todo se decidiría en el quinto set. Perder y ganar, daba lo mismo. El ejercicio estaba hecho y había sido entretenida la mañana. Muy entretenida. Cualquiera que se llevara el partido, era justo. Pero por algún oscuro motivo esas ideas me esquivaron antes del quinto set. Pensaba en ganar. Solo en ganar. Y en cómo ganar. Entendía a dónde tenía que tratar de enviar la pelota y en qué momentos convenía un juego más conservador. Sabía qué golpes me complicaban la existencia y creía tener una idea clara de cómo enfrentarlos. En teoría el asunto era abordable. El problema radicaba en la gestión de la energía que a esa altura ya era bastante limitada. Y, mucho muy importante, en la concentración, demasiado fluctuante en los últimos sets.

Me sequé el sudor. Tomé un poco de agua y me apliqué bloqueador solar.

Lo que pasó en el quinto set podría ser la inspiración para una película de ciencia ficción, una de esas que marcan a toda una generación, como E.T o El día de la independencia. En algún momento de la vida podría sentarme a conversar con cualquier pejesapo y contarle, después de que, claro, hayamos entrado en confianza o algún evento circunstancial lleve nuestra conversación a temas muy específicos. Y podría ser que este pejesapo, impactado por el calibre de la historia, luego se la contara a alguien más y así llegara, encomendada al caos, a una oreja importante. Alcanzada esa instancia sería un detalle insignificante si es que esto que ocurrió fue real o no. Si el quinto set se dio como se dio o hay montones de ficción, mentiras y omisiones en la historia que se le asocia. Daría lo mismo. Porque con lo que hay, con las hebras de esa anécdota, se puede tejer una película, una saga de libros, un éxito rocambolesco que defina el rumbo de la ciencia ficción para los años venideros.

Pensar en esto durante tanto tiempo, una vez que pasé el shock inicial, me preparó para lo que vino después. Esa fama incógnita. Un éxito fantasma. Ver esa historia animada con los mejores efectos que podía entregar el cine nacional y luego como superproducción hollywoodense pudo ser un punto de inflexión en mi vida. Pudo haberla arruinado. Pero por algún motivo no pasó. Supongo que me lo tomé con humor. El sentido común me decía que no había mucho que pudiera hacer o que pudiera haber hecho para sacar provecho económico de esa situación, y nunca quise averiguar más allá de eso. Cuando alguien me dijo oye sacaron una película de tu historia, qué onda, yo respondí que sí, que así parece y luego me reí y fue sincero.

Lo extraño, y acá se complica la cosa, fue saber que algunas personas aseguraban que eso que pasaba en la película les había ocurrido a ellos. En otros momentos a lo largo del tiempo dos personas también llegaron al quinto set y lo resolvieron de la misma forma que nosotros. Qué brutalidad. El nivel de detalle con que ciertas personas afirmaban haberlo vivido, cuando contaban su historia, era abrumador. Luego se armaron grupos tremendos de gente que se sumaba a la historia. Pasaron de una docena a cientos y pronto miles que decían: sí, a mi también me pasó eso.

Cuando quise entrar a uno de esos grupos me hicieron una entrevista por videollamada. Es porque hay muchos que aseguran que lo vivieron, pero solo quieren ser parte de esto, no sé qué problema tendrán, de seguro uno muy complejo, más allá de nuestras capacidad. No somos nosotros los que podemos ayudarlos, insistía el tipo que me entrevistó. Un terapeuta, tal vez. Alguien con un doctorado. Con varios cursos en la espalda, porque eso que pasa con esta gente no es normal, amigo mío, no es normal. Entonces yo te quiero preguntar, antes que hagamos esta entrevista, decía el tipo desde la pieza de sus papás porque ahí estaba el computador. Te quiero preguntar, insistió luego de una pausa dramática, si acaso tú no eres uno de esos. Tú sabes, una de esas personas que dicen que les pasó, pero nunca les pasó, y quieren ser parte no más.

Entonces le dije que sí. No sé por qué. Le dije que sí. Se me rompe el corazón al recordarlo. Debí haber indagado más en esto. Cerré muy prontamente la puerta. Le pedí disculpas a este tipo, más que nada por hacer esto, entendido que estaba perdiendo parte de su valioso tiempo. Amigo, me dijo, estoy viendo The office por quinta vez, en este rato podría haber avanzado en eso. Soy un hombre ocupado, my friend. Lo siento, repetí y cuando me iba a despedir, él me detuvo para preguntarme:

Oye, ¿y cómo terminó el partido entonces?

No hay comentarios:

Publicar un comentario