7
Cuando
le dije que tales colegas habían discutido a los gritos en una de
las oficinas que están cerca de mi cubículo, no mostró mayor
interés, como al contarle que a mi alrededor se formó un
semicírculo de distintos personajes que en plan suricata trataban de
averiguar qué había detonado la pelea que, y a esto tampoco
reaccionó, se descontrolaba de forma escandalosa. Imagínate la
vergüenza. Carmen comentó por qué se había originado la pelea,
una nimiedad, diferencias de opiniones sobre algo muy insignificante.
Entonces todo ese drama es consecuencia de cuán grande se creía
cada uno, de cómo la posición en este sistema definía el valor de
sus palabras, aún en temas anodinos. Una ridiculez.
Caminé
las calles como un perro cansado. Arrastré las patas y agaché la
cabeza a cualquiera que viera, incapaz de ocultar el miedo que sentía
de encontrarme al medio de tanta gente, pues creía, atrapado en
fantásticas ideas persecutorias, que todos se habían enterado de lo
que me hacía desdichado, por lo tanto, se burlaban cruelmente a mis
espaldas. Vivíamos hombro a hombre, pero nunca nos saludamos, porque
con suerte sabíamos algo unos de otros. Tal vez unos nombres,
ocupaciones. Quizás nos interesábamos, pero nunca lo
exteriorizamos, reducimos este interés al comentario que hacíamos
en nuestros círculos familiares, bien limitados, sobre aquello que
es materia de crítica o, en el menor de los casos, elogio. Entonces,
si algo sabían sobre lo mal que Mara y yo la pasábamos, lo
comentarían, y dispuesto el tema en boca de ellos, evolucionaría
según lo que la imaginación dispusiera, sin interesarse en cuánto
era real y cuánto ficción, pues si esta última era capaz de
alimentar una historia que en un principio no daba para más que una
anécdota, no se le podría cerrar la puerta, al contrario, se la
abrazaría como si se tratara de un bien mayor.
Saqué
el tarro del bolso y llenamos nuestras tazas con café. Entretanto, Mara volvió a calentar el agua y esperó mi regreso
sentada en la mesa, apoyando el rostro sobre las palmas de su mano,
que apenas sostenían el peso de la cabeza, llena de preocupaciones y
problemas. Durante ese rato sus pensamientos se concentraron en lo
que ella pensó que yo me estaba convirtiendo: partió pensando que
era un cretino y desde ahí elaboró un montón de escenarios
posibles en que se representaban situaciones que nunca parecían
terminar bien. Eso durante un rato. Mientras transcurrieron los otros
imaginó lugares que ni siquiera existen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario