lunes, 3 de diciembre de 2018

Definiciones

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Cuando le dije que tales colegas habían discutido a los gritos en una de las oficinas que están cerca de mi cubículo, no mostró mayor interés, como al contarle que a mi alrededor se formó un semicírculo de distintos personajes que en plan suricata trataban de averiguar qué había detonado la pelea que, y a esto tampoco reaccionó, se descontrolaba de forma escandalosa. Imagínate la vergüenza. Carmen comentó por qué se había originado la pelea, una nimiedad, diferencias de opiniones sobre algo muy insignificante. Entonces todo ese drama es consecuencia de cuán grande se creía cada uno, de cómo la posición en este sistema definía el valor de sus palabras, aún en temas anodinos. Una ridiculez.

Caminé las calles como un perro cansado. Arrastré las patas y agaché la cabeza a cualquiera que viera, incapaz de ocultar el miedo que sentía de encontrarme al medio de tanta gente, pues creía, atrapado en fantásticas ideas persecutorias, que todos se habían enterado de lo que me hacía desdichado, por lo tanto, se burlaban cruelmente a mis espaldas. Vivíamos hombro a hombre, pero nunca nos saludamos, porque con suerte sabíamos algo unos de otros. Tal vez unos nombres, ocupaciones. Quizás nos interesábamos, pero nunca lo exteriorizamos, reducimos este interés al comentario que hacíamos en nuestros círculos familiares, bien limitados, sobre aquello que es materia de crítica o, en el menor de los casos, elogio. Entonces, si algo sabían sobre lo mal que Mara y yo la pasábamos, lo comentarían, y dispuesto el tema en boca de ellos, evolucionaría según lo que la imaginación dispusiera, sin interesarse en cuánto era real y cuánto ficción, pues si esta última era capaz de alimentar una historia que en un principio no daba para más que una anécdota, no se le podría cerrar la puerta, al contrario, se la abrazaría como si se tratara de un bien mayor.

Saqué el tarro del bolso y llenamos nuestras tazas con café. Entretanto, Mara volvió a calentar el agua y esperó mi regreso sentada en la mesa, apoyando el rostro sobre las palmas de su mano, que apenas sostenían el peso de la cabeza, llena de preocupaciones y problemas. Durante ese rato sus pensamientos se concentraron en lo que ella pensó que yo me estaba convirtiendo: partió pensando que era un cretino y desde ahí elaboró un montón de escenarios posibles en que se representaban situaciones que nunca parecían terminar bien. Eso durante un rato. Mientras transcurrieron los otros imaginó lugares que ni siquiera existen.

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